Descripción
La Agenda 2045 se fundamenta en una filosofía errónea. Se sostiene, de manera equivocada, que el compromiso de los políticos es clave para mejorar el mundo, lo cual resulta narcisista y alejado de la realidad. Es el compromiso de los ciudadanos lo que implica un cambio real y duradero. Por ello, hacemos un llamado a la responsabilidad individual y a la necesidad de estar informados, para que el libre mercado, junto a los intereses personales, fomente la conciencia ambiental, la lucha contra la pobreza y el desarrollo, alejándonos de discursos oportunistas. Proponemos charlas, debates y campañas de concienciación sobre los verdaderos problemas del mundo, sin velos políticos ni ideológicos.
Explicación ampliada
Esta propuesta se apoya en la idea de que el verdadero progreso social y ecológico no nace de grandes planes internacionales ni de burocracias globales, sino de la acción libre y responsable de los individuos. Frente al enfoque planificador y vertical de las agendas internacionales, que sustituyen la iniciativa privada por una dirección política supuestamente “benevolente”, se plantea una alternativa basada en la cooperación voluntaria, el intercambio y el conocimiento libre. En el fondo, esta posición reconoce que toda mejora duradera procede de la acción descentralizada de millones de personas que persiguen sus fines individuales, generando un orden social más estable y auténtico.
En línea con lo que han señalado autores como Huerta de Soto o Rallo, el error de las grandes agendas políticas radica en asumir que un grupo reducido de dirigentes puede diseñar un modelo moral y económico universal. Esa presunción ignora que los incentivos, la información y la creatividad humana no pueden centralizarse. Por el contrario, cuando los ciudadanos son libres de cooperar y competir, la innovación surge de manera espontánea y el progreso se adapta a las necesidades reales de cada sociedad.
Asimismo, la propuesta subraya la necesidad de recuperar la responsabilidad individual como principio rector. Frente al moralismo político que externaliza los problemas hacia “los gobiernos del futuro”, se busca reeducar a la sociedad en el deber de informarse, participar y actuar sin depender de directrices ideológicas. Este cambio cultural no implica un rechazo al compromiso social o ambiental, sino una reintegración de estos en el ámbito de la iniciativa privada, la filantropía y la ética personal. España, inmersa en una cultura política asistencialista, necesita urgentemente este retorno al protagonismo del ciudadano: no más dependencia de organismos internacionales, sino confianza en su propia capacidad de autogobierno y en el poder del conocimiento libre.
Impacto jurídico
La disociación de la Agenda 2045 implicaría revisar o reinterpretar diversas normativas españolas que derivan o se inspiran en compromisos multilaterales o marcos globales. Entre las leyes afectadas destacan:
- Ley 7/2021, de cambio climático y transición energética, que traduce en el ordenamiento interno muchos compromisos de agendas internacionales, y que podría ser revisada en su orientación hacia un modelo más abierto a la competencia tecnológica y menos centralizado.
- Ley 33/2011, General de Salud Pública, y su conexión con programas de la OMS, cuya dependencia normativa se podría sustituir por modelos locales o privados de salud preventiva y educación sanitaria.
- Ley 9/2018, de evaluación ambiental, susceptible de flexibilizarse para permitir mayor innovación y adaptación regional.
- Estrategia Española de Desarrollo Sostenible 2030 y posteriores planes alineados con la Agenda 2045, cuya revisión permitiría reorientar las políticas de sostenibilidad hacia la cooperación privada, sin imposiciones ideológicas o cuotas burocráticas.
En conjunto, la aplicación de esta propuesta desplazaría el centro de gravedad del desarrollo desde los despachos internacionales hacia la sociedad civil española, recuperando la soberanía intelectual, económica y cultural del país.
